La familia, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado. La familia es el foco central de la sociedad y no permanece ignorante a las profundas transformaciones y cambios de valores y normas que se están dando en los últimos tiempos, pero necesita adaptarse y ser capaz de asimilar estos cambios estructurales si no quiere sumergirse en una inestabilidad que le desoriente en sus funciones más importantes.
En nuestra práctica profesional vemos que en muchas ocasiones, numerosas familias se quedan rezagadas en ese intento de adaptación a las nuevas exigencias que la sociedad impone y ése es el momento que requiere intervención por parte de los educadores sociales. Ha de ser una intervención integral, a través de la relación cotidiana de modo que las familias sean las protagonistas de sus propios cambios y mejoras, consiguiendo de esta forma la capacidad de responsabilidad y de actuación propia que les permita progresar acorde a las nuevas transformaciones sociales.
Esta intervención familiar tiene como destinatarios a todos los miembros de la unidad familiar y la interrelación de éste con el sistema social, escolar y comunitario. Se procura que la institución familiar avance, no ya sólo buscando su supervivencia, sino la felicidad, la pluralidad, la coherencia, la solidaridad, la eliminación de la pobreza y la marginalidad o la integración social de sus miembros.
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